Alexis Jovan, Agrupación de Lucha Socialista (Sección mexicana de la CCRI), 26 enero, 2018, https://agrupaciondeluchasocialistablog.wordpress.com
Índice
Introducción
1. Síntesis histórica de América hasta la conquista europea
2. De la colonización a las gestas independentistas americanas
3. La situación de los pueblos indios tras la independencia de América
4. Las revoluciones populares y los modernos Estados nacionales latinoamericanos
5. Luchas populares y movilización indígena en el período actual
6. Resumen: el papel de los pueblos indígenas en la historia de América Latina
Introducción
En las últimas décadas, la cuestión indígena ha cobrado gran relevancia a raíz de las grandes movilizaciones sociales y políticas que han encabezado los pueblos originarios del continente ya sea resistiendo al despojo de sus territorios y recursos, enalteciendo sus costumbres y tradiciones culturales, defendiendo sus formas de organización social y política o como parte de procesos más amplios de lucha emancipatoria contra las consecuencias más perversas del modelo de Globalización neoliberal que han venido implementando los Estados nacionales –bajo los dictados de los organismos y corporaciones trasnacionales- en los distintos países de Latinoamérica.
Sin embargo, este reflorecimiento no nos debe hacer olvidar que los pueblos indígenas han venido encarando, bajo las más variadas formas, la dominación que diversas élites y clases hegemónicas han ejercido sobre la región latinoamericana en esta larga noche de más de 500 años. El motivo de este trabajo es poder reconstruir la evolución histórica de los pueblos indígenas[1] en cuanto a su situación social, los mecanismos de opresión y explotación a que han sido sometidos y las formas de organización y movilización con que han resistido, con el fin de sacar lecciones derivadas de la experiencia de lucha de los pueblos indígenas y extraer algunos ejes estratégico-programáticos para afrontar las tareas de la Revolución Latinoamericana en la época actual.
1. Síntesis histórica de América hasta la conquista europea
Culturas prehispánicas: sociedades en transición del tribalismo a imperios despóticos
Sabido es que antes de la llegada de los europeos al continente americano existían diversas culturas nativas, con distintos niveles de desarrollo y variadas formas de organización social, política y económica. Tras ser poblada por el ser humano, en América existieron grupos nómadas de cazadores-recolectores que vivían en cuevas y se apropiaban directamente de los frutos de la naturaleza fabricando herramientas rudimentarias. Posteriormente, se comenzó la domesticación no solo de animales sino también de plantas, con la selección y cultivo de semillas que dio lugar al descubrimiento de la agricultura. Con base en ello, los grupos humanos dejan la vida nómada, las familias se agrupan en tribus (comunidades agrarias de auto subsistencia que trabajan en común la tierra) y se conforman los primeros asentamientos cercanos a las zonas agrícolas.
Lo anterior permitió que los grupos ahora sedentarios establecieran aldeas que se constituyeron en centros regionales; sin embargo, conforme se fueron desarrollando, estas sociedades pasan del aislamiento y el igualitarismo de las tribus al entrelazamiento por vía del intercambio comercial o invasión militar, sentando las bases para el surgimiento de imponentes civilizaciones agrícolas basadas en la posesión y explotación colectivas de la tierra (con una incipiente división del trabajo y especialización artesanal así como un intercambio mercantil simple), estructuras políticas teocráticas (señoríos a cuya cabeza se colocaba una capa sacerdotal-militar) y manifestaciones culturales que combinaban saberes ancestrales (astrológicos, medicinales, matemáticos), adelantos técnicos (artesanales, arquitectónicos, metalúrgicos) y destrezas artísticas (cerámica, escultura, orfebrería, pintura, escritura) con el culto a infinidad de dioses (politeísmo) que representaban a las fuerzas de la naturaleza y a la tierra (pacha mama).
Conforme se suceden períodos de apogeo y decadencia de diversas culturas, algunas desaparecen por diversas causas (sequías, hambrunas, enfermedades, cambios climáticos, etc.) y otras emergen, desplazándose geográficamente los polos regionales de poder y comercio, conformándose vastos centros urbanos donde se establecen mercados y se edifican sedes ceremoniales, estructuras habitacionales, construcciones de riego e infraestructura civil, sostenidos por comunidades agrícolas (calpullis en Mesoamérica y ayllus en la región andina) basadas en el trabajo y la posesión común de la tierra (incluyendo aguas, pastos y bosques), dividida en lotes familiares intransferibles que usufructúan individualmente las cosechas. Al crecer, estas civilizaciones se estratifican internamente, originándose ciudades que transitan hacia la formación de Estados gobernados por élites basadas en el linaje que monopolizan paulatinamente el gobierno, las armas y las tierras; se desarrollan sistemas burocráticos que cobran tributos y gestionan grandes obras públicas (mecanismos con los cuales se extrae trabajo excedente a las capas inferiores), y surgen grandes Ejércitos dedicados ya no solo a proteger los confines del territorio propio sino a expandirlo, generando alianzas o sometiendo a otros pueblos.
Es así como, justo en el período anterior al arribo de los europeos, en América sobreviene una época de rivalidades inter-étnicas, de invasiones y conflictos bélicos que da como resultado la constitución de imperios que ocupaban enormes extensiones geográficas, cuyos mayores ejemplos son los mexicas en Mesoamérica, los mayas en Centroamérica y los incas en los Andes. Sin embargo, un fenómeno característico es que, a pesar de que los imperios del último período prehispánico mantenían sojuzgados a otras culturas, obligándoles a comerciar bajo tratos desiguales y a pagar tributo tanto en especie como en servicios, no mantenían a esos pueblos bajo ocupación militar ni les imponían su idioma, cultura ni su estructura político-económica; simplemente los convertían en vasallos tributarios del reino, pero conservaban gran libertad así como sus instituciones y tradiciones.
Otro hecho característico es que existía una gran heterogeneidad entre las culturas, pues mientras por un lado estaban los grandes imperios con un mayor desarrollo, que rivalizaban y se aliaban entre sí, repartiéndose dominios de tributación y avasallamiento militar; por otro lado, estaban los pueblos sometidos a la hegemonía de dichos imperios, interrelacionados a nivel comercial, político y cultural de diversas maneras y, finalmente, se encontraban las tribus nómadas o aposentadas en zonas agrestes y remotas que, por su bajo desarrollo económico, no podían ser sometidos a tributación y, por su lejanía respecto a los imperios, se hallaban fuera de su dominio e influencia.
Ello influyó grandemente sobre la manera en que se desarrolló la conquista por los europeos pues, la complejidad del contexto amerindio les permitió explotar las contradicciones entre las diversas culturas, encontrando poca resistencia e, inclusive, aliados entre los pueblos sojuzgados, sin los cuales quizá su aventura militar hubiera fracasado o se hubiera topado con una relación de fuerzas distinta que hubiera determinado su dominación bajo condiciones diferentes para las culturas conquistadas. Por otro lado, la heterogeneidad social y vastedad geográfica del continente americano impuso ciertos límites a las pretensiones de los colonizadores europeos por invadir y expoliar a los pueblos nativos de América.
La incompleta conquista de los pueblos indoamericanos
Transcurrió un cuarto de siglo desde el año en que los exploradores europeos descubrieron la existencia del “Nuevo mundo” y ocuparon las islas del Caribe hasta la organización de las primeras expediciones para explorar el interior del continente; durante ese tiempo fundaron villas, desarrollaron un incipiente comercio de navegación con las metrópolis europeas y se prepararon para entablar las primeras batallas, convirtiendo en vasallos y aliados a los pequeños pueblos que iban conquistando pues sabían que para lograr someter a los grandes imperios requerirían de más fuerza que con la que contaban los grupos expedicionarios que no rebasaban algunos cientos de mercenarios aventureros.
Es un mito alardeado por los conquistadores la interpretación que explica la victoria de los europeos como consecuencia inevitable de una supuesta superioridad cultural, económica, tecnológica y militar; por el contrario, el desenlace del choque con las culturas amerindias fue resultado de una combinación de factores en la que jugaron un papel determinante las disputas interétnicas y los conflictos al interior de los imperios generando una situación de decadencia y crisis política que, aunado a las supersticiones y al colaboracionismo de la nobleza autóctona, provocaron el derrumbe y sometimiento de nuestras civilizaciones.
No debe creerse que la Conquista fue algo fácil para los europeos; por el contrario, si las principales ciudades de los imperios azteca (Teotihuacán) e inca (Cuzco) cayeron en unos cuantos años, los pueblos que habitaban las comunidades aledañas emprendieron una gran resistencia a pesar e, incluso, en contra de su élite autóctona, levantándose masivamente e infringiendo grandes derrotas al enemigo invasor a través de sangrientas batallas, ataques sorpresa y sitios militares. Sin embargo, era una lucha que estaba destinada a sucumbir no solo por la diferencia de armamento y tácticas de guerra (a las que no estaban acostumbrados los indígenas en sus confrontaciones bélicas) sino, sobre todo, por la crisis de dirección político-ideológica y militar generada por el colaboracionismo de sus líderes y al aislamiento en el que se encontraban los imperios debido al descontento que había generado su dominación basada en el despotismo tributario que ejercían sobre otros pueblos.
Si la caída de los imperios centrales se vio facilitada por la alianza que los europeos establecieron con los pueblos que se hallaban dominados con anterioridad a la Conquista, en contraparte, la consolidación de la conquista y posterior colonización del resto del territorio tardó décadas e, incluso, hubo zonas que nunca lograron ser controladas ya sea por la dificultad de ingresar a los parajes escondidos entre las espesas selvas o en los extremos norte y sur del continente, o, debido a que las tribus nómadas situadas en Aridoamérica y otras culturas que permanecieron independientes, impulsaron una fiera resistencia que tardó siglos en ser apagada, pues era una lucha que no ofrecía blanco fijo sino que se replegaba o desplazaba ante la envestida militar de los conquistadores, permanecía latente bajo formas pasivas como la huelga o el suicidio colectivo, asumía un carácter errático con el bandidaje y las guerrillas que hostigaban continuamente los asentamientos coloniales, y resurgía periódicamente en diversas manifestaciones desde el motín hasta la rebelión abierta, obligando a los colonizadores a negociar con esos pueblos o a desistir por los elevados costes que implicaban las campañas de pacificación.
2. De la colonización a las gestas independentistas americanas
Explotación colonial, opresión racial y conversión espiritual de la población indígena
Al llegar a América, los europeos impusieron una nueva dinámica pues, si bien conservaron y refuncionalizaron en beneficio de la explotación colonial algunas formas de organización económica y política de las sociedades indígenas, por otro lado, introdujeron elementos ideológicos e institucionales que trajeron consigo de Europa. Ello puso en marcha un proceso contradictorio tanto por el hecho de que las sociedades europeas se hallaban en un período transicional entre la disolución del feudalismo y el surgimiento del capitalismo mercantil, como por el sincretismo sociocultural que derivó al mezclarse ambas civilizaciones pero, sobre todo, por la heterogeneidad de condiciones climatológicas, demográficas y socioeconómicas existentes, que impusieron formas diversificadas y combinadas de explotación colonial.
Mientras en regiones densamente pobladas, climáticamente propicias para la producción agrícola y donde preexistían grandes imperios indígenas (Mesoamérica, Centroamérica y región andina) se estructuró un sistema económico cimentado en la explotación del trabajo indígena, vía la tributación (en especie, dinero o trabajo) o la prestación de servicios forzosos (mitas mineras, obrajes manufactureros, etc.); por otro lado, en regiones que presentaban condiciones diferentes, se exterminó a la mayoría de la población indígena y se conformaron sistemas productivos basados en el tráfico colonial de esclavos traídos de África (como en El Caribe, Brasil y las costas de Venezuela, Perú, etc.) así como en el establecimiento de colonias autónomas de pequeños productores (como en los territorios norteamericanos donde los anglosajones hacinaron en reservaciones a las etnias sobrevivientes).