Una aproximación marxista a las movilizaciones internacionales contra las restricciones sanitarias autoritarias

 

 

Declaración de la Agrupación de Lucha Socialista (ALS), sección mexicana de la Corriente Comunista Revolucionaria Internacional (CCRI/RCIT), febrero de 2022, https://agrupaciondeluchasocialistablog.wordpress.com/2022/02/18/una-aproximacion-marxista-a-las-movilizaciones-internacionales-contra-las-restricciones-sanitarias-autoritarias/

 

 

 

Las masivas protestas sucedidas en diversas regiones del mundo contra las restricciones sanitarias aplicadas de forma autoritaria por la mayoría de Estados capitalistas son un fenómeno internacional y complejo, del cual se deben discernir diferentes formas de protesta, demandas de lucha y  sectores que se han sumado a las movilizaciones; sin embargo, entre esta heterogeneidad, es posible y necesario encontrar los puntos en común, el significado general y las raíces profundas que conectan orgánicamente este fenómeno con el actual periodo de crisis del sistema capitalista.

 

Hace ya más de dos años que se ha venido desarrollando una estrategia mundial por parte de la burguesía, a través sus instituciones nacionales e internacionales, para afrontar la emergencia sanitaria provocada por la pandemia del Sars-Cov-2. Desde su inicio, dicha estrategia ha respondido sobre todo y de manera fundamental a las necesidades de la clase capitalista por salvaguardar sus intereses tanto económicos como políticos, sin que sea su prioridad el bienestar de la clase proletaria.

 

Si en los primeros momentos hubo cierta falta de unidad entre la burguesía para afrontar la crisis a nivel internacional [1], una vez superada la inicial confusión, el eje fundamental de la estrategia se centró primordialmente en la política de confinamiento masivo de la población -impuesto en varios países de manera coercitiva y violenta a través de multas, encarcelamientos [2], represión y hasta asesinato de personas que violaron la cuarentena [3]-, siendo posteriormente complementada con la competencia desenfrenada por el desarrollo e implementación de una campaña mundial de vacunación generalizada y compulsiva que asumió un carácter obligatorio y discriminatorio al comenzarse a requerir un certificado sanitario para laborar, asistir a la escuela, pagar impuestos, tránsito internacional e, incluso, salir de casa [4].

 

Todas estas medidas vinieron acompañadas de una serie de acciones restrictivas, arbitrarias y violatorias de los derechos y libertades democráticas de los sectores más empobrecidos y oprimidos del pueblo trabajador, justificadas supuestamente bajo el pretexto de salvaguardar la salud de la población pero que, en realidad, constituyeron un instrumento de control social al imponer por vía de los hechos la desmovilización y segregación de la clase trabajadora, lo que facilitó a los Estados capitalistas descargar sobre los hombros de las masas explotadas, los efectos de la crisis económica mundial en curso, cuya envergadura la convierte en la más grande y profunda en la historia del Capitalismo.

 

Uno de los resultados más significativos ha sido la insultante elevación de las ganancias de las ya de por sí archimillonarias empresas monopólicas transnacionales [5], sobre todo, de aquellos sectores vinculados a la Big Finance (inversionistas orientados a la especulación en las bolsas bursátiles), la Big Pharma (laboratorios dedicados a la creación y aplicación de vacunas, así como a la comercialización de implementos sanitarios y pruebas relacionadas a la atención -que no erradicación- de la Covid-19), la Big Media (plataformas tecnológicas y redes de comunicación masiva que se han enriquecido a raíz de las necesidades de trabajo, educación y entretenimiento a distancia provocadas por el encierro generalizado), la Big Data (proliferación de agencias de control de datos personales que han ganado millones lucrando con la privacidad de la gente) y el Big Brother (implementos de seguridad y vigilancia que están usando la tecnología creada para gestionar la pandemia con fines de persecución de la población a la que se dice proteger).

 

Un corolario de este último punto ha sido la acentuación, en mayor o menor medida y bajo diversas formas, de los rasgos bonapartistas de los Estados capitalistas a través de medidas de excepción pero que cada vez se han ido transformando en componentes cotidianos de la “nueva normalidad” impuesta por el orden capitalista: toques de queda, tecnologías de vigilancia, restricciones a la movilidad, regímenes de apartheid mediante pases sanitarios, así como la represión y la censura a las voces disidentes que han cuestionado las medidas autoritarias implementadas por los gobiernos y que han sido aplaudidas por los medios de comunicación hegemónicos.

 

La contracara de esta situación, es una creciente polarización social y descontento entre amplios sectores sociales que cuestionan cada vez más las motivaciones económicas y políticas que existen detrás de las campañas relativas a la pandemia, llenas de alarmismo y miedo más que de pruebas científicas y análisis críticos sobre la efectividad y necesidad de diversas medidas instrumentadas por los Estados, generando profundas suspicacias y desconfianza [6] entre la población tras ya dos años de haber hecho su experiencia con la nefasta estrategia de los gobiernos de sus respectivos países, que han aplicado fielmente las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, institución financiada por millonarias corporaciones multinacionales [7]), orientadas esencialmente a promover los intereses financieros de las grandes empresas farmacéuticas así como como a responder a las necesidades de control social y político de los distintos Estados capitalistas. 

 

Así, el gran saldo de esta pandemia y de la estrategia criminal de la burguesía para afrontarla (es decir, gestionarla a conveniencia de sus intereses), ha sido la cifra de más de 5 millones de muertes registradas y afectaciones de largo alcance a la salud de la población a nivel mundial; pero, más en general, la clase trabajadora de todos los países ha sufrido una pérdida histórica, medible en décadas, de conquistas y derechos sociales, económicos y políticos por medio de despidos masivos, recortes salariales, precarización laboral, desmantelamiento de la seguridad social, conculcación de libertades civiles, despojo de bienes y servicios básicos, que han generado índices de desigualdad, pobreza y exclusión que no se habían visto en mucho tiempo [8].

 

En ese escenario, ¿cómo es posible pensar que no existen razones más que sobradas, para la clase obrera y los sectores explotados y oprimidos de la mayoría de los países, para salir a las calles a protestar contra la forma criminal como los capitalistas y los gobiernos burgueses están gestionando la actual crisis económica y sanitaria?

 

Entonces, la raíz de estas protestas se inscribe en la acentuada descomposición del sistema capitalista a escala global como producto de su crisis histórica general (económica, social, sanitaria, política, etc.), siendo la pandemia por Sars-cov-2 una de las manifestaciones más visibles del estado de declive y decadencia en que se encuentra la sociedad capitalista como civilización. La desconfianza y descontento con las restricciones sanitarias autoritarias son una de las principales formas en que se está expresando el descrédito y el repudio contra los gobiernos y, más en general, contra el sistema capitalista. La incapacidad, negligencia y el autoritarismo con que han actuado la mayoría de gobiernos para atender la emergencia sanitaria, han llevado a una creciente degradación de los regímenes democrático-burgueses, atrayendo elevados costos políticos a los gobiernos y una progresiva deslegitimación de las instituciones políticas [9]. 

 

Conforme a ello, la protestas expresan el descontento popular tanto con la desmejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población como, asimismo, la degradación progresiva de la democracia burguesa y su transición hacia rasgos crecientemente bonapartistas, cimentados en la coartación de libertades, sistemas más sofisticados de vigilancia, el robustecimiento de los aparatos represivos del Estado y, entre otros elementos, el establecimiento de facto de un régimen de apartheid sanitario [10] (el cual, dicho sea de paso, no tiene la más mínima justificación médica ni científica -pues la gente inoculada contagia el virus de igual manera que la no vacunada [11]-, sino que esconde meros intereses de reactivación económica y control político por parte de los Estados capitalistas).

 

Por esa razón, no es gratuito que, aunado con la denuncia y rechazo a las restricciones sanitarias autoritarias -que aparecen a ojos de la población como el aspecto más visible y molesto de la gestión gubernamental de la crisis-, en las manifestaciones se combinen reivindicaciones democráticas en defensa de libertades civiles con demandas sociales básicas en materia laboral, educativa, de salud, vivienda, etc., así como la oposición política hacia los gobiernos que, aprovechando el desconcierto provocado por la pandemia, están implementando diversas medidas antipopulares, incluyendo las restricciones sanitarias autoritarias que, en muchos casos, han sido solamente el catalizador o la bandera unitaria que ha servido para impulsar las protestas pero cuyo trasfondo lo constituyen las consecuencias estructurales que ha traído consigo la crisis capitalista.

 

Tampoco es casualidad, por ende, que los procesos de movilización hayan emergido, con mayor o menor intensidad, en todos los continentes (siendo sus expresiones más fuertes en Europa y América), y que se hayan sostenido en el tiempo durante ya casi un año pues, contrario a como pretenden explicarlos los medios oficiales, no son movimientos artificiales creados por grupos de interés con una agenda conservadora (“antivacunas”, “fascistas”, etc.) sino que responden a problemáticas reales y a demandas legítimas de amplios segmentos de la población que han venido sufriendo los embates reaccionarios de la burguesía durante todo este período.

 

Si, por un lado, los medios hegemónicos han centrado la atención en EUA, u otros países, donde grupos antivacunas, religiosos y ultrarreaccionarios efectivamente tienen un peso fuerte en las movilizaciones, o en casos de violencia orquestada por grupos fascistas infiltrados en las protestas; sin embargo, el mundo entero ha sido testigo de luchas como las encabezadas en Francia por los “chalecos amarillos” que se opusieron al pase sanitario impuesto por Macron; las dirigidas por los estibadores portuarios y otros sindicatos en Italia contra las restricciones sanitarias establecidas por el gobierno de Draghi; las manifestaciones protagonizadas por miles de médicos y trabajadores de la salud en Reino Unido contra la vacunación obligatoria; las fuertes protestas populares que obligaron al gobierno del MAS en Bolivia a suspender la vacunación obligatoria.

 

Estos procesos, que resultan algunos de los más importantes, se aúnan a las incontables movilizaciones que han tenido lugar en los últimos meses, donde cientos de miles han salido a las calles en toda Europa (Francia, Italia, España, etc.), América (Canadá, Bolivia, Argentina, etc.), Asia (Líbano, etc.), África (Nigeria, etc.) y Oceanía (Australia, etc.); protagonizadas por diversos sectores sociales, desde sindicatos y trabajadores de diversas ramas (incluyendo del sector salud), pasando por masas de los barrios populares y obreros hasta jóvenes estudiantes, artistas e intelectuales y profesionistas de clases medias; adquiriendo la lucha diversas formas como manifestaciones simultáneas en decenas de ciudades, asambleas y concentraciones masivas en plazas públicas, bloqueos de avenidas y carreteras, festivales artísticos y eventos político-culturales hasta cercos multitudinarios a los parlamentos u otros edificios neurálgicos de sus respectivos países, llegando a la confrontación directa con las fuerzas policiales, quema de autos e instalación de barricadas en las calles.

 

Movilizaciones tan masivas, diversas, perdurables y simultáneas en diversas latitudes es imposible que sean creaciones artificiales y, mucho menos, reducibles al mero tema de las vacunas. Al respecto, es sintomático que estas protestas adquirieron fuerza no cuando iniciaron las campañas de vacunación sino, una vez que se avanzó desde la inoculación selectiva para grupos poblacionales de riesgo hacia la vacunación generalizada y, sobre todo, cuando se comenzó a plantear su obligatoriedad así como a establecerse las primeras restricciones segregativas [12] (de movilidad, laborales, atención médica, recreación, etc.) para la población que no necesitaba o no podía vacunarse e, igualmente, cuando empezaron a salir a la luz pública los primeros datos sobre reacciones adversas [13] y posibles efectos a largo plazo provocados por vacunas que la OMS y gobiernos validaron de emergencia -sin haber concluido las necesarias fases de prueba-, siendo censurada dicha información, lo que alimentó tanto la suspicacia de diversos sectores del medio científico y médico así como la desconfianza de la gente.

 

Lo anterior es un importante elemento para discernir que las protestas no son simplemente “manifestaciones antivacunas”, como las han pretendido encasillar los medios oficiales (e incluso sectores de la izquierda) sino que su significado objetivo y carácter fundamental es que son movilizaciones democráticas en defensa de las libertades civiles y políticas, opuestas a las medidas bonapartistas gubernamentales pero que, a su vez, confluyen con demandas locales de cada país vinculadas a problemáticas sociales y políticas de diversa índole que se han exacerbado a causa de la crisis económica y sanitaria [14].

 

Este contexto de acentuación de la crisis económica, agudización de los antagonismos sociales y exacerbación de las contradicciones políticas, a lo que se aúna tanto la confusión y claudicación de la mayoría de las fuerzas de izquierda como el clima ideológico de chovinismo, histeria y divisionismo promovido por las campañas mediáticas y gubernamentales relativas a la pandemia, es el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de fenómenos reaccionarios y el ascenso de fuerzas derechistas que, pretendiendo supuestamente oponerse al creciente autoritarismo de los gobiernos, buscan montarse en la justa indignación de crecientes sectores de la población que están cada vez más cansados y molestos con los mecanismos orquestados por la burguesía para gestionar la crisis sistémica del capitalismo, en general, y la emergencia sanitaria, en particular.

 

Este posicionamiento artificial de los grupos ultraderechistas en las movilizaciones no es producto de su fuerza intrínseca sino de su apuntalamiento coyuntural por haber sabido colocarse y cabalgar sobre el hartazgo de grandes sectores de la población contra el creciente bonapartismo estatal que usa como chivo expiatorio la emergencia sanitaria. Sin embargo, ello es permitido debido al vacío político e ideológico dejado por la izquierda que, en su confusión ante la actual situación mundial y, particularmente, su adaptación respecto a la estrategia capitalista para gestionar la pandemia, ha claudicado ya sea por silencio y omisión o por aceptar, velada o abiertamente, las restricciones sanitarias autoritarias y oponerse a las movilizaciones, tildándolas en bloque como “antivacunas”, “reaccionarias” y hasta “fascistas”.

 

La mayoría de la izquierda descalifica en bloque las protestas contra el bonapartismo sanitario sin querer ver ni analizar la heterogeneidad y complejidad de cada proceso tanto en su composición como en su dinámica interna; pero, sobre todo, sin tomar conciencia de su sentido esencial y objetivamente progresista en medio del clima de confusión reinante en las masas tras el inicio de la pandemia y de la desmovilización generalizada que pretendió imponer la burguesía a nivel internacional para frenar las tendencias revolucionarias en la lucha de clases que habían emergido en todos los continentes desde antes de la pandemia (tendencias cuya continuación está expresándose, bajo formas permeadas por el contexto y los efectos de la pandemia, en las actuales protestas anti-autoritarias contra el bonapartismo sanitario)

 

En ese sentido, cuando a pesar de las restricciones y desafiando incluso la represión gubernamental, los pueblos han salido a las calles de manera masiva a manifestarse, por ejemplo, en procesos revolucionarios como en las recientes rebeliones populares de Kazajistán o la sublevación anticolonial en las islas francesas de Guadalupe y Martinica, las masas sumaron a sus demandas inmediatas la cancelación de las restricciones sanitarias autoritarias (confinamientos, toques de queda, pase sanitario, vacunación obligatoria, etc.), a causa de que han podido comprobar y adquirir conciencia del carácter político de dichas medidas, las cuales representan un gran obstáculo para organizarse y resistir la ofensiva reaccionaria de la burguesía.

 

Entonces, derivado del análisis que esbozamos más arriba sobre las actuales protestas que se extienden a nivel internacional en contra de las restricciones sanitarias autoritarias, desde la Agrupación de Lucha Socialista, sección mexicana de la Corriente Comunista Revolucionaria Internacional (CCRI/RCIT) [15], planteamos algunas conclusiones:

 

  1. En cuanto al carácter de las protestas en contra de las restricciones sanitarias autoritarias y la actitud que los revolucionarios debemos tener antes ellas, es necesario discernir que el sentido esencial de las movilizaciones es democrático: en pro de derechos civiles y libertades políticas combinado con reivindicaciones básicas de carácter social y oposición política a las medidas antipopulares de los respectivos gobiernos, constituyendo la raíz de estos procesos los efectos estructurales generados por la actual crisis del Capitalismo y siendo estas manifestaciones expresión del descontento y desconfianza hacia el sistema, por lo que las organizaciones revolucionarias debemos apoyarlas si bien combatiendo implacablemente hasta expulsar a los grupos derechistas y conservadores que buscan montarse en dichas protestas, buscando con nuestro esfuerzo orientarlas políticamente en un sentido revolucionario.
  2. A pesar de que mediáticamente grupos derechistas y antivacunas han sido señalados como los organizadores y líderes de las protestas contra las restricciones sanitarias (y, en efecto, han participado en ellas), la realidad es que, en la mayoría de casos, constituyen una fuerza minoritaria a nivel numérico y político, que oportunistamente buscan aprovechar los reflectores mediáticos para colocar sus intereses y agendas particulares, montándose en el legítimo descontento de diversos sectores sociales que, por experiencia propia, se han dado cuenta de la ineficacia de las medidas autoritarias aplicadas por los gobiernos para garantizar la salud de la población, siendo que, al contrario, han visto mermar sus derechos y condiciones de vida producto de la gestión capitalista de la crisis.
  3. Los revolucionarios estamos contra la obligatoriedad de la vacunación pues el acceso a cualquier fármaco o tratamiento médico debe ser considerado como un derecho y no como una obligación por la cual puedan ser criminalizadas las personas. En ese sentido,desde el inicio de la pandemia hemos exigido el Estado que genere las condiciones necesarias de infraestructura, personal e insumos en salud, incluyendo el acceso gratuito a las vacunas para toda la población que requiera y decida vacunarse, pero nos oponemos al uso de la vacuna como medida de control social y a que se imponga por vía coercitiva y autoritaria a través de medidas segregativas y represivas.. Asimismo, nos oponernos a todo apartheid sanitario y restricción de derechos bajo el justificante de la pandemia, pues  las vacunas no impiden el contagio y mucho menos son la panacea para solucionar la pandemia por covid. 
  4. Debemos oponernos al clima de alarmismo y miedo así como de censura y desinformación que promueve la burguesía y sus medios pues, bajo ese ambiente ideológico y en medio del contexto de crisis socioeconómica y polarización política, se generan condiciones propicias para el ascenso de fuerzas reaccionarias que se apoyan en la ignorancia y la superstición. De igual forma, es imprescindible debatir las posturas tecnocráticas y positivistas que, amparándose supuestamente en  el “discurso científico”, pretenden excluir y acallar la voz del proletariado y toda idea disidente que cuestione la cientificidad y los intereses político-económicos burgueses detrás de los postulados de la alta burocracia e intelectualidad orgánica al servicio de la OMS y las empresas farmacéuticas. En contrapunto a estas campañas ideológicas promovidas por los medios burgueses, los revolucionarios debemos impulsar la más amplia discusión democrática entre las organizaciones de izquierda, los sindicatos y movimientos populares así como el pueblo trabajador en general, con base en fundamentos científicos y el análisis crítico de la situación actual.
  5. De igual manera, propiciar el debate abierto sobre los mecanismos más efectivos para abordar la emergencia sanitaria coadyuva a eliminar las falsas ilusiones entre la población acerca de que las medidas de la OMS, las empresas y los Estados capitalistas realmente están abocadas a resolver la actual pandemia y demás efectos estructurales de la crisis del sistema (explicando que, en realidad, la utilizan para controlar a la población y seguir enriqueciéndose a costa de la vida de las mayorías); sino, al contrario, tomar conciencia de la necesidad de organizarnos independientemente por medio de comités obrero-populares encargados de fomentar de manera democrática  y consciente las medidas seguridad sanitaria adecuada en nuestros centro de trabajo, escuelas, barrios y comunidades; organizar la autodefensa en contra de la represión de las fuerzas policiales y demás aparatos estatales, e impulsar la movilización articulada para defender nuestros derechos democráticos y sociales contra las restricciones autoritarias y las medidas antipopulares impuestas por sus gobiernos.
  6. Asimismo, los revolucionarios debemos diferenciarnos de las supuestas organizaciones de izquierda que apoyan de manera velada o abierta las restricciones sanitarias, los confinamientos masivos y las campañas de vacunación obligatoria promovidas por la OMS y los Estados pues, con sus posturas, están dejando campo libre para que la burguesía fortalezca sus aparatos represivos y sus rasgos estatales bonapartistas e, igualmente, al tildar de reaccionarias las protestas contra el bonapartismo sanitario, están permitiendo que la derecha capitalice el descontento de las masas contra la criminal gestión capitalista de la crisis sanitaria y del sistema en general. 
  7. Las protestas contra las restricciones sanitarias autoritarias son un proceso orgánico, abierto y en disputa a nivel político e ideológico entre las distintas fuerzas y referentes que representan a las principales clases sociales en conflicto en la crítica situación mundial que atraviesa la humanidad. De la intervención decidida y militante de la izquierda revolucionaria en dichas movilizaciones, con base en una táctica adecuada y un programa independiente orientado a la construcción de una solución revolucionaria a la crisis del sistema capitalista mundial, depende el que esos procesos no degeneren en gérmenes de movimientos fascistas que puedan ser utilizados por la burguesía para imponer un orden de mayor explotación y opresión sobre los pueblos del mundo y, por el contrario, que con una intervención combativa de las organizaciones que nos reivindicamos marxistas, dichas protestas evolucionen  en un sentido definida y netamente revolucionario e incluso socialista. 
  8. La única manera de resolver la actual emergencia sanitaria es expropiando sin indemnización a toda la industria médico-farmacéutica, estableciendo la universalidad del acceso a la salud y colocando el conjunto del sistema de salud bajo el control, no de los gobiernos burgueses y empresas capitalistas, sino de los trabajadores y especialistas sanitarios en conjunto con los derechohabientes, pues solo así será posible generar (de forma realmente segura y efectiva para la salud de las mayorías y no limitada por las necesidades de lucro de unas cuantas empresas) el desarrollo de vacunas, fármacos y demás tratamientos así como campañas nacionales e internacionales de información, prevención y promoción a la salud para combatir la pandemia por sars-cov-2 así como el conjunto de las demás enfermedades que padece la humanidad, sin necesidad de restricciones autoritarias de control social y medidas segregativas de la población.  
  9. Más aún, sabiendo que mientras subsista el sistema capitalista, persistirán los riesgos de nuevas y más mortíferas pandemias así como las enfermedades crónico-degenerativas debidas al estilo de vida y consumo prevalecientes en el Capitalismo, las guerras derivadas de las crecientes tensiones entre potencias imperialistas, los desastres naturales por el cambio climático, entre muchos otros fenómenos que pondrán en peligro la supervivencia de la humanidad en este planeta; por ello se torna imprescindible ver la necesidad de acabar con el capitalismo antes de que éste acabe con nosotros.
  10. La destrucción del sistema capitalista sólo es posible a través de la construcción de un Partido Mundial revolucionario abocado al derrocamiento de la burguesía a nivel internacional y el ascenso al poder de la clase obrera y demás sectores populares para evitar que el Capitalismo nos lleve a la barbarie y, en su lugar, construir el comunismo a escala mundial, una nueva sociedad sin propiedad privada, ni Estado ni clases sociales que, cimentada en la planificación democrática de la economía, la aplicación del conocimiento científico al servicio de toda la población, el desarrollo de las fuerzas productivas en equilibrio con la naturaleza y la liberación de todas las potencialidades físicas e intelectuales del ser humano, elimine progresivamente la enfermedad, las desigualdad, la violencia y demás problemáticas que por milenios ha padecido la humanidad.

 

NOTAS

 

1. En Asia, por ejemplo, mientras China decretó el estado de sitio prolongado, otros países como Corea del Sur apostaron por el rastreo de contactos, pruebas masivas y cuarentenas solo a personas contagiadas. En América, gobernantes como Trump y Bolsonaro negaron la existencia del virus, teniendo consecuencias dramáticas para su población. En Europa, naciones como Suecia y Reino Unido apostaron por la denominada “inmunidad de rebaño”, modificando posteriormente su estrategia. No nos interesa en este momento un análisis detallado de cada caso, sino simplemente mostrar el inicial desconcierto y heterogeneidad en cuanto a las respuestas de cada gobierno a la pandemia.

 

2. “Advertencia, sanción administrativa, detención y condena. Esta es la secuencia que están siguiendo las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y los tribunales para castigar a quienes se saltan de forma reiterada el confinamiento decretado por el Gobierno” (El País, 30/03/2020 https://elpais.com/espana/2020-03-30/multas-penas-de-prision-y-encarcelamientos-preventivos-por-saltarse-la-cuarentena.html). Mientras en países del primer mundo europeo se aplicaron multas y penas de cárcel, en otros países del mundo semicolonial las medidas escalaron hasta la represión y el asesinato policial, como en el caso de Filipinas, donde el presidente Rodrigo Duterte ordenó a las fuerzas armas “disparar a matar” a quienes incumplieran el confinamiento (La Vanguardia 02/04/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200402/48271120390/rodrigo-duterte-filipinas-disparar-matar-restricciones-coronavirus.html).

 

3.  Así lo plantea Human Right Watch para varios países, entre ellos Argentina, donde se decretó “una de las cuarentenas más largas del mundo, y sus resultados no han sido muy exitosos. Uno de esos lamentables resultados ha sido la violencia policial que se ha registrado desde que las medidas de confinamiento se implementaron en el país” (HRW, 20/22/2020 https://www.hrw.org/es/news/2020/11/20/la-pandemia-ha-dejado-al-descubierto-la-brutalidad-de-la-policia-argentina). “Desde que se instaló el aislamiento obligatorio en Argentina el 20 de marzo del 2020, las medidas que se sucedieron para cumplir con el mismo visibilizaron una escalada de violencia institucional hacia jóvenes de sectores vulnerables, personas en situación de calle, personas trans, trabajadoras sexuales. […] En los meses de confinamiento, la lista de nombres de adolescentes y jóvenes que murieron a causa de la violencia policial no se detuvo. En Argentina esto se denomina “gatillo fácil” (IDPC 08/2020 https://idpc.net/es/alerts/2020/08/violencia-institucional-y-gatillo-facil-hacia-jovenes-en-argentina-durante-la-cuarentena-por-la-pandemia-de-covid-19)

 

4.  Uno de los países europeos con mayores restricciones en la actualidad es Italia, donde “El Ejecutivo de Mario Draghi sigue estrechando el cerco. Ya casi no hay espacio para una vida sin vacuna. La medida […] impedirá a los mayores de 50 años casi cualquier actividad social y diaria, incluida el trabajo” (El País, 16/01/2022 https://elpais.com/sociedad/2022-01-16/el-universo-paralelo-de-los-antivacunas-italianos.html).

 

5.  Así lo plantea el más reciente informe de Oxfam sobre las desigualdades a nivel mundial: “Pese al duro golpe económico que la pandemia significó para millones de personas, puntualmente para el 99% de la humanidad, los diez hombres más ricos del planeta duplicaron «con creces» sus fortunas en estos dos años […] Los hallazgos exponen que desde que inició la pandemia de Covid-19, a finales de 2020, los llamados «milmillonarios» lograron un incremento de 5 billones de dólares en sus fortunas, el mayor incremento del que se tiene registro.” (France 24 17/01/2022 https://www.france24.com/es/econom%C3%ADa-y-tecnolog%C3%ADa/20220117-oxfam-millonarios-pobreza-pandemia-desigualdad)

 

6.  Así lo han debido de reconocer cada vez más científicos y personajes del ámbito médico, como por ejemplo, Martin Scherer, presidente de la Sociedad Alemana de Medicina General y Familiar (DEGAM), quien señaló: “Alguien puede estar a favor de la vacunación, pero contra el instrumento de la obligatoriedad de vacunarse. Que alguien esté en contra de la obligatoriedad de la vacunación no significa en absoluto que sea un antivacunas. Y si alguien advierte sobre la implementación de una obligación parcial de vacunación, no está argumentando en absoluto de manera anticientífica” (DW https://www.dw.com/es/vacunaci%C3%B3n-obligatoria-contra-el-covid-19-argumentos-a-favor-y-en-contra/a-60417358?fbclid=IwAR2cHSym6dTDHkhE93IUYrPPtckPqxikv2N3Z9KVIUAOxXaQRlGo5lLkm7s)

 

7.  Además de las contribuciones obligatorias por parte de los 194 Estados miembros de la OMS (cuyo monto representa aproximadamente la cuarta parte del total de ingresos de la organización), el financiamiento de este organismo depende fundamentalmente de los donativos voluntarios de instituciones estatales y, sobre todo, privadas como la Fundación del multimillonario Bill Gates, al que se suman las presiones de los conglomerados financieros como Black Rock y Goldman Sachs (accionistas mayoritarios de Pfizer, AstraZeneca, Novavax), entre otros. Esto lo tuvo que reconocer un exministro estadounidense al decir: «Esto genera un problema porque entonces son los donantes quienes establecen la agenda que debe seguir la OMS, en lugar de que esta obedezca a su criterio profesional» (BBC 16/04/2020 https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52304822).

 

8. Según un informe publicado por la ONU a mediados del año pasado, tras el primer año de la pandemia, las perspectivas de la situación mundial eran “más pobreza, mayor desigualdad y 205 millones de desocupados en 2022” (ONU 06/2021 https://news.un.org/es/story/2021/06/1492772). En el caso de América Latina,  la CEPAL señaló que la pandemia había provocado un “aumento en los niveles de pobreza sin precedentes en las últimas décadas e impacta fuertemente en la desigualdad y el empleo” (CEPAL: https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin-precedentes-ultimas-decadas-impacta)

 

9.  Los resultados de una interesante investigación, titulada “Las dudas sobre las vacunas tienen una raíz: la desconfianza en nuestros gobiernos”, apuntan justo en ese sentido: “La reticencia es un fenómeno mundial. Aunque las razones varían según el país, las causas subyacentes son las mismas: en un contexto en el que los gobiernos de todo el mundo han recortado los servicios sociales, hay una profunda desconfianza en las instituciones locales e internacionales”. (New York Times, 13/12/2021 https://www.nytimes.com/es/2021/12/13/espanol/opinion/antivacunas-covid-argumentos.html)

 

10. Como lo señala un reciente estudio del Centre For International Affairs de Barcelona: “la debilidad de gobiernos e instituciones ante la emergencia sanitaria han polarizado la crisis del coronavirus. Ahora, las dudas y recelos sobre las vacunas se mezclan con la desconfianza en quien tiene que administrarlas. La politización de la incertidumbre ha debilitado, aún más, unos sistemas democráticos que ya estaban en retroceso […] el coronavirus irrumpió en un mundo que, en muchos sentidos, ya estaba debilitado democráticamente y en uno de los «procesos de autocratización más profundos de las últimas cuatro décadas». La pandemia ha intensificado retrocesos y ha reforzado recortes de derechos y libertades. La lucha contra el coronavirus, por ejemplo, ha llevado la tecnología de vigilancia a otro nivel [….] más de la mitad de los países del mundo (61%), había implementado medidas para frenar la COVID-19 que desafiaban los estándares democráticos o erosionaban derechos humanos, ya fuera por desproporcionados, ilegales, prolongados indefinidamente en el tiempo, o porque eran innecesarios en una crisis sanitaria”. (https://www.cidob.org/es/articulos/cidob_report/n_7/desconfianza_en_la_vacuna_o_desconfianza_en_el_sistema)

 

11. Así lo han demostrado diversos estudios científicos, como el elaborado por The Lancet, dado a conocer en octubre de 2021, donde se concluye que, en el contexto de la aparición de nuevas variantes, “la eficacia de las vacunas en reducir la transmisión es mínima” (https://www.thelancet.com/journals/laninf/article/PIIS1473-3099(21)00690-3/fulltext?dgcid=hubspot_email_newsletter_lancetcovid21&_hsmi=179271669&_hsenc=p2ANqtz-_RKzqjVvDZRctP-6AzaxnzuNM_nIb_xzY_iR_yZsxSzwdNbnkE4n6Y-q3CDpt223dR4qpWh57ZhAK1qyhquSlOZlLogw), y que incluso dicha eficacia se reduce drásticamente a los pocos meses de realizada la inoculación, no sólo en términos del desarrollo de sintomatología sino, incluso, de hospitalización y muerte por Covid, sobre todo en individuos con comorbilidades y otras características. (https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3949410). Ante ello, la única salida dada por las farmacéuticas y la OMS ha sido los “refuerzos vacunales” pero cuya utilidad se ha demostrado casi inexistente para personas con un sano sistema inmune o que ya han pasado por la infección, convirtiéndose en innecesaria para la mayoría de la población, como lo señala José Gómez Rial, facultativo especialista en Inmunología en el laboratorio de Inmunogenética del Hospital Universitario de Santiago de Compostela, y quien advierte: ““De seguir por este camino de vacunación indiscriminada sí que nos adentramos en un mundo no explorado hasta la fecha en el que el riesgo puede ser mayor que el beneficio al sobreestimular nuestra inmunidad de forma innecesaria” (El Salto 30/01/2022 https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/inmunologos-en-contra-vacunacion-indiscriminada-personas-ya-han-atravesado-covid)

 

12.  Así lo han tenido que reconocer diversos estudiosos quienes han observado que la “ola de movimientos antivacunas, se han revitalizado debido a la imposición de pasaportes sanitarios en países como Francia e Italia, necesarios para acceder a la mayoría de los lugares públicos… [se] habían organizado algunas protestas en los últimos meses, pero éstas aumentaron desde que el 12 de julio el presidente Emmanuel Macron anunció la vacunación obligatoria para el personal sanitario y la extensión del llamado “pase sanitario” para entrar en bares, cafés, restaurantes, cines, trenes o aviones, entre otros.” (El Sol de México 21/08/2021

 

https://www.elsoldemexico.com.mx/mundo/que-es-el-movimiento-antivacunas-y-cuando-surgio-7112817.html)

 

13.  Al respecto, un interesante trabajo de divulgación científica publicado por Fernando Delpino, ofrece datos estadísticos sobre reacciones adversas señalando la presencia de las mismas en más de la mitad de los vacunados; asimismo, analiza los datos de VAERS a EUA, donde se muestra que más de 20 mil personas han muerto, estuvieron a punto de morir o quedaron con daños permanentes en su salud tras la vacunación, por lo que: “en 6 meses de vacunas covid ha habido más muertes tras vacunarse que la suma de muertes por todas las vacunas en los últimos 30 años”; ante ello, el autor concluye: “los beneficios de la vacuna pueden compensar los riesgos para un segmento de la población pero no hacerlo para otro. Si para un joven el riesgo de morir por covid es 1.000 veces menor que para un anciano, no se puede generalizar […] diciendo que “los beneficios compensan los riesgos”. Depende de para quién.” (https://www.fpcs.es/wp-content/uploads/2021/09/Supersticion-y-ciencia-en-el-covid-VF.pdf)

 

14.  Al respecto, un destacado profesor de Ciencias Políticas en Bélgica, Marc Hooghe, plantea sobre las manifestaciones que son: «Una combinación de grupos sociales muy diferentes, cada uno con su propia motivación».Así como también lo señala el sociólogo Johannes Kiess, de la Universidad de Siegen, en Alemania: «Lo que los une es la frustración, no solo hacia la política anticoronavirus, sino también con la democracia, con las instituciones políticas” (DW https://www.dw.com/es/covid-19-qui%C3%A9nes-protestan-contra-vacunas-y-restricciones-en-europa/a-60061266)

15.  Para una revisión completa de documentos que nuestra corriente internacional ha elaborado desde hace más de 2 años acerca de lo que denominamos “Contrarrevolución Covid”, véase el siguiente link con una compilación de todos nuestros textos:
https://www.thecommunists.net/worldwide/global/collection-of-articles-on-the-2019-corona-virus/

 

 

 

A Marxist approach to the international mobilizations against the authoritarian health restrictions

 

Statement of Agrupación de Lucha Socialista (ALS), Mexican section of the Revolutionary Communist International Tendency (RCIT), February 2022

 

 

 

The massive protests that have taken place in various regions of the world against the sanitary restrictions applied in an authoritarian way by the majority of capitalist states are an international and complex phenomenon, from which different forms of protest, demands for struggle and sectors that have joined the mobilizations in must be discerned; however, among this heterogeneity it is possible and necessary to find the common points, the general meaning and the deep roots that organically connect this phenomenon with the current period of crisis of the capitalist system.

 

For more than two years now, a global strategy has been developed by the bourgeoisie, through its national and international institutions, to face the health emergency caused by the Sars-Cov-2 pandemic. Since the beginning, this strategy has responded above all and fundamentally to the needs of the capitalist class to safeguard its economic and political interests, without the welfare of the proletarian class being its priority.

 

If in the first moments there was a certain lack of unity among the bourgeoisie to face the crisis at an international level [1], once the initial confusion was overcome, the fundamental axis of the strategy focused primarily on the policy of mass confinement of the population -imposed in several countries in a coercive and violent manner through fines, imprisonment [2], repression and even murder of people who violated the quarantine [3]-, later being complemented with unbridled competition for the development and implementation of a worldwide campaign of generalized and compulsive vaccination that assumed a mandatory and discriminatory character when a health certificate began to be required to work, attend school, pay taxes, international transit and even leave home [4].

 

All these measures were accompanied by a series of restrictive, arbitrary actions that violated the democratic rights and freedoms of the most impoverished and oppressed sectors of the working people, supposedly justified under the pretext of looking after the health of the population but which, in reality, they constituted an instrument of social control by imposing the demobilization and segregation of the working class through deeds, which made it easier for the capitalist states to unload on the shoulders of the exploited masses the effects of the ongoing world economic crisis, the magnitude of which makes it the largest and deepest in the history of Capitalism.

 

One of the most significant results has been the insulting increase in the profits of the already billionaire transnational monopolistic companies [5], above all, of those sectors linked to Big Finance (investors oriented to speculation in the stock markets) , the Big Pharma (laboratories dedicated to the creation and application of vaccines, as well as the commercialization of sanitary implements and tests related to the care -not eradication- of Covid-19), the Big Media (technological platforms and networks of mass communication that have been enriched as a result of the needs for remote work, education and entertainment caused by the general confinement), Big Data(proliferation of personal data control agencies that have made millions profiting from people's privacy) and Big Brother (security and surveillance implements that are using the technology created to manage the pandemic for the purpose of persecuting the population for the which is said to protect).

 

A corollary to this last point has been the accentuation, to a greater or lesser extent and in various forms, of the Bonapartist traits of the capitalist states through exceptional measures, but which have increasingly become everyday components of the "new normality” imposed by the capitalist order: curfews, surveillance technologies, mobility restrictions, apartheid regimes through health passes, as well as the repression and censorship of dissenting voices who have questioned the authoritarian measures implemented by governments and that have been applauded by the hegemonic media.

 

The other side of this situation is a growing social polarization and discontent among broad social sectors that increasingly question the economic and political motivations that exist behind the campaigns related to the pandemic, full of alarmism and fear rather than scientific evidence and critic analysis about the effectiveness and necessity of various measures implemented by the States, generating deep suspicions and distrust [6] among the population after two years of having made their experience with the disastrous strategy of the governments of their respective countries, which have faithfully applied the recommendations of the World Health Organization (WHO, an institution financed by millionaire multinational corporations [7]), essentially aimed at promoting the financial interests of the large pharmaceutical companies as well as responding to the needs for social and political control of the different capitalist states.

 

Thus, the great balance of this pandemic and the criminal strategy of the bourgeoisie to face it (that is, manage it to suit its interests), has been the number of more than 5 million registered deaths and far-reaching effects on the health of the world's population; but, more generally, the working class of all countries has suffered a historical loss, measurable in decades, of achievements and social, economic and political rights through massive layoffs, wage cuts, job insecurity, dismantling of social security, violation of civil liberties, dispossession of basic goods and services, which have generated indices of inequality, poverty and exclusion that had not been seen in a long time [8].

 

In this scenario, how is it possible to think that there are not more than enough reasons for the working class and the exploited and oppressed sectors of most countries to take to the streets to protest against the criminal way in which the capitalists and the bourgeois governments are managing the current economic and health crisis?

 

So, the root of these protests is inscribed in the accentuated decomposition of the capitalist system on a global scale as a product of its general historical crisis (economic, social, health, political, etc.), with the Sars-cov-2 pandemic being one of the most visible manifestations of the state of decline and decay in which capitalist society finds itself as a civilization. Mistrust and discontent with authoritarian health restrictions are one of the main ways in which discredit and repudiation is being expressed against governments and, more generally, against the capitalist system. The inability, negligence and authoritarianism with which most governments have acted to address the health emergency have led to a growing degradation of the bourgeois-democratic regimes, bringing to the governments elevated political costs and a progressive delegitimization of the political institutions. [9]

 

Accordingly, the protests express popular discontent with both the worsening of the living conditions of the majority of the population and, likewise, the progressive degradation of bourgeois democracy and its transition towards increasingly Bonapartist features, based on the restriction of freedoms, more sophisticated surveillance systems, the strengthening of the State's repressive apparatus and, among other elements, the de facto establishment of a health apartheid regime [10] (which, by the way, does not have the slightest medical justification nor scientific -because inoculated people spread the virus in the same way as unvaccinated people [11]-, but rather hides mere interests of economic reactivation and political control by capitalist states).

 

For this reason, it is not gratuitous that, together with the denunciation and rejection of the authoritarian sanitary restrictions -which appear in the eyes of the population as the most visible and annoying aspect of the government's management of the crisis-, in the demonstrations demands are combined democratic in defense of civil liberties with basic social demands in labor, education, health, housing, etc., as well as the political opposition to the governments that, taking advantage of the confusion caused by the pandemic, are implementing various anti-popular measures, including the authoritarian health restrictions that -in many cases- they have only been the catalyst or the unitary flag that has served to promote the protests but whose background is constituted by the structural consequences that the capitalist crisis has brought with it.

 

It is also no coincidence, therefore, that the mobilization processes have emerged, with greater or lesser intensity, in all the continents (their strongest expressions being in Europe and America), and that they have been sustained over time for almost a year. Well, contrary to how the official media try to explain them, they are not artificial movements created by interest groups with a conservative agenda (“anti-vaxxers”, “fascists”, etc.) but they respond to real problems and legitimate demands of broad segments of the population that has been suffering the reactionary attacks of the bourgeoisie throughout this period.

 

If, on the one hand, the hegemonic media have focused attention on the US, or other countries, where anti-vaxxers, religious and ultra-reactionary groups effectively have a strong weight in the mobilizations, or in cases of violence orchestrated by fascist groups infiltrated in the protests; however, the whole world has witnessed struggles such as those led in France by the "yellow vests" who opposed the sanitary pass imposed by Macron; those led by dockworkers and other unions in Italy against the sanitary restrictions established by the Draghi government; the demonstrations carried out by thousands of doctors and health workers in the United Kingdom against compulsory vaccination; the strong popular protests that made the Bolivian government -headed by the MAS party- to suspend the mandatory vaccination.

 

These processes, which are some of the most important, join the countless mobilizations that have taken place in recent months, where hundreds of thousands have taken to the streets throughout Europe (France, Italy, Spain, etc.), America (Canada, Bolivia, Argentina, etc.), Asia (Lebanon, etc.), Africa (Nigeria, etc.), and Oceania (Australia, etc.); led by various social sectors, from unions and workers from various branches (including the health sector), passing through masses of popular and working-class neighborhoods to young students, artists and intellectuals, and middle-class professionals; the struggle taking on various forms such as simultaneous demonstrations in dozens of cities, assemblies and mass gatherings in public squares, blockades of avenues and highways, artistic festivals and political-cultural events to mass blockades to parliaments or other main buildings of their respective countries, reaching the direct confrontation against the police forces, burning of vehicles and the setting of barricades in the streets.

 

Such massive, diverse, enduring and simultaneous mobilizations in different latitudes are impossible for them to be artificial creations and, much less, reducible to the mere issue of vaccines. In this regard, it is symptomatic that these protests gained strength not when the vaccination campaigns began, but once progress was made from selective inoculation for population groups at risk towards generalized vaccination and, above all, when its mandatory nature and the establishment of the first apartheid restrictions began to be considered. [12] (mobility, work, medical care, recreation, etc.) for the population that did not need or could not be vaccinated and also, when the first data of adverse reactions begun to see the light [13] as well as possible long-term effects caused by the vaccines that the WHO and governments validated on emergency -without concluding the test phases needed-, being censored that information, which fed the suspicions from many sectors of the scientific and medical field as the distrust among people.

 

The foregoing is an important element to discern that the protests are not simply "anti-vaxxers demonstrations", as the official media (and even sectors of the left) have tried to pigeonhole them, but that their objective meaning and fundamental character is that they are democratic mobilizations in defense of civil and political liberties, opposed to the Bonapartist government measures but which, in turn, converge with local demands of each country linked to social and political problems of various kinds that have been exacerbated by the economic and health crisis [14 ].

 

This context of accentuation of the economic crisis, sharpening of social antagonisms and exacerbation of political contradictions, to which is added both the confusion and surrender of the majority of the leftist forces as well as the ideological climate of chauvinism, hysteria and divisionism promoted by the media and government campaigns related to the pandemic, is the perfect breeding ground for the emergence of reactionary phenomena and the rise of right-wing forces that, supposedly pretending to oppose the growing authoritarianism of governments, seek to ride on the just indignation of growing sectors of the population who are increasingly tired and annoyed with the mechanisms orchestrated by the bourgeoisie to manage the systemic crisis of capitalism, in general, and the health emergency, in particular.

 

This artificial positioning of the far-right groups in the mobilizations is not the product of their intrinsic strength but of their conjunctural underpinning for having known how to position themselves and ride on the fed up of large sectors of the population against the growing state Bonapartism that uses the health emergency as a scapegoat. However, this is allowed due to the political and ideological abandon by the left, which, in its confusion in the face of the current world situation and, particularly, its adaptation to the capitalist strategy to manage the pandemic, has given in either through silence and omission, -or for accepting, veiled or openly-, the authoritarian health restrictions and opposing the mobilizations, branding them in a same bloc as “anti-vaxxers”, “reactionary” and even “fascist”.

 

The majority of the left disqualifies the protests against sanitary Bonapartism without wanting to see or analyze the heterogeneity and complexity of each process both in its composition and in its internal dynamics; but, above all, without being aware of its essential and objectively progressive meaning in the midst of the climate of confusion prevailing in the masses after the start of the pandemic and the generalized demobilization that the bourgeoisie tried to impose at the international level to stop the revolutionary tendencies in the class struggle that had emerged on all continents since before the pandemic (trends whose continuation is being expressed, in forms permeated by the context and effects of the pandemic, in the current anti-authoritarian protests against health Bonapartism)

 

In this sense, when despite the restrictions and even defying government repression, the peoples have taken to the streets massively to demonstrate, for example, in revolutionary processes such as the recent popular rebellions in Kazakhstan or the anti-colonial uprising in the French islands of Guadeloupe and Martinique, the masses added to their immediate demands the cancellation of authoritarian sanitary restrictions (confinements, curfews, health pass, compulsory vaccination, etc.), because they have been able to verify and become aware of the character of these measures, which represent a great obstacle to organize and resist the reactionary offensive of the bourgeoisie.

 

Then, derived from the analysis that we outlined above about the current protests that are spreading internationally against authoritarian health restrictions, from the Socialist Struggle Group, the Mexican section of the International Revolutionary Communist Current (RCIT) [15], we draw some conclusions:

 

1. Regarding the nature of the protests against authoritarian health restrictions and the attitude that revolutionaries may have towards them, it is necessary to discern that the essential meaning of the mobilizations is democratic: in favor of civil rights and political freedoms combined with basic demands of a social nature and political opposition to the anti-popular measures of the respective governments, constituting the root of these processes the structural effects generated by the current crisis of Capitalism and these manifestations being an expression of discontent and distrust towards the system, for which the revolutionary organizations we must support them while fighting relentlessly until we expel the right-wing and conservative groups that seek to mount these protests, seeking with our effort to orient this protests politically in a revolutionary sense.

 

2. Despite the fact that right-wing and anti-vaxx groups have been pointed out in the media as the organizers and leaders of the protests against health restrictions (and, in effect, have participated in them), the reality is that, in most cases, they constitute a minority force, numerically and politically, who opportunistically seek to take advantage of the media spotlight to place their particular interests and agendas, riding on the legitimate discontent of various social sectors that, from their own experience, have realized the ineffectiveness of the authoritarian measures applied by governments to guarantee the health of the population, while, on the contrary, they have seen their rights and living conditions diminish as a result of the capitalist management of the crisis.

 

3. Revolutionaries are against compulsory vaccination because access to any drug or medical treatment must be considered a right and not an obligation for which people can be criminalized. In this sense, since the beginning of the pandemic we have demanded the state to generate the necessary conditions of infrastructure, staff and health supplies, including free access to vaccines for the entire population that requires and decides to be vaccinated, but we oppose the use of the vaccine as a measure of social control and to be imposed by coercive and authoritarian means through segregative and repressive measures. Likewise, we oppose all health apartheid and restriction of rights under the justification of the pandemic, because the vaccines do not stop the contagion and much less are the great solution to the covid pandemic.

 

4. We must oppose the climate of alarmism and fear as well as censorship and disinformation promoted by the bourgeoisie and its media because, under this ideological environment and in the midst of the socioeconomic crisis and political polarization, favorable conditions are created for the rise of reactionary forces that they rely on ignorance and superstition. In the same way, it is essential to debate the technocratic and positivist positions that, allegedly relying on "scientific discourse", seek to exclude and silence the voice of the proletariat and any dissident idea that questions the scientific nature and the bourgeois political-economic interests behind the postulates of the high bureaucracy and organic intelligentsia at the service of the WHO and the pharmaceutical companies. In counterpoint to these ideological campaigns promoted by the bourgeois media, revolutionaries must promote the broadest democratic discussion among the left organizations, the unions and popular movements, as well as the working people in general, based on scientific fundaments and a critical analysis of the current situation.

 

5. Similarly, promoting open debate on the most effective mechanisms to address the health emergency helps to eliminate false illusions among the population that the measures of the WHO, the companies and capitalist states are really destined to solve the current pandemic and other structural effects of the crisis of the system (explaining that, in reality, they use it to control the population and continue enriching themselves at the cost of the lives of the majority); but, on the contrary, become aware of the need to organize ourselves independently through worker-popular committees in charge of promoting, in a democratic and conscious manner, adequate health security measures in our workplaces, schools, neighborhoods, and communities; organize slef-defense against the repression from the police forces and others state machinery, and to promote the joint movilization to defend our social and democratic rights against the authoritarian restrictions and the anti-popular measures imposed by the governments.

 

6. Likewise, revolutionaries must differentiate from the supposed left-wing organizations that openly or veiledly support the sanitary restrictions, the massive confinements and the mandatory vaccination campaigns promoted by the WHO and the States, because, with their positions, they are leaving a free field for that the bourgeoisie strengthens its repressive apparatuses and its Bonapartist state features and, likewise, by branding the protests against Bonapartist health care as reactionary, they are allowing the right to capitalize on the discontent of the masses against the criminal capitalist management of the health crisis and the system usually.

 

7. The protests against authoritarian sanitary restrictions are an organic, open and disputed process at the political and ideological level between the different forces and referents that represent the main social classes in conflict in the critical world situation that humanity is going through. The determined and militant intervention of the revolutionary left in these mobilizations, based on an adequate tactic and an independent program oriented to the construction of a revolutionary solution to the crisis of the world capitalist system, depends on the fact that these processes do not degenerate into germs of fascist movements that can be used by the bourgeoisie to impose an order of greater exploitation and oppression on the peoples of the world and, on the contrary, with the combative intervention, the organizations that call ourselves Marxists, said protests evolve in a defined and clearly revolutionary direction, and even in a socialist one.

 

8. The only way to solve the current health emergency is by expropriating without compensation the entire medical-pharmaceutical industry, establishing universal access to health and placing the entire health system under the control, not of the bourgeois governments and capitalist companies, but of health workers and specialists together with patients, because only in this way will it be possible to generate (in a truly safe and effective way for the health of the majority and not limited by the profit needs of a few companies) the development of vaccines, drugs and other treatments as well as national and international information, prevention and health promotion campaigns to combat the sars-cov-2 pandemic as well as all the other diseases that humanity suffers, without the need for authoritarian restrictions of social control and segregation measures of the population. 

 

Furthermore, knowing that as long as the capitalist system exists, the risks of new and more deadly pandemics will persist, as well as chronic-degenerative diseases due to the prevailing lifestyle and consumption in Capitalism, wars derived from the growing tensions between imperialist powers, natural disasters due to climate change, among many other phenomena that will endanger the survival of humanity on this planet. For this reason, it becomes essential to see the need to end capitalism before it ends us.

 

The destruction of the capitalist system is only possible through the construction of a Revolutionary World Party dedicated to the overthrow of the bourgeoisie at the international level and the rise to power of the working class and other popular sectors to prevent Capitalism from leading us to barbarism and, in its place, build communism on a world scale, a new society without private property, neither the State nor social classes that, based on the democratic planning of the economy, the application of scientific knowledge at the service of the entire population, the development of the productive forces in balance with nature and the liberation of all the physical and intellectual potentialities of the human being, progressively eliminate disease, inequality, violence and other problems that humanity has suffered for millennia.

 

 

 

Footnotes

 

1. In Asia, for example, while China decreed a prolonged state of siege, other countries such as South Korea opted for contact tracing, massive tests and quarantines only for infected people. In America, rulers like Trump and Bolsonaro denied the existence of the virus, having dramatic consequences for their population. In Europe, nations such as Sweden and the United Kingdom opted for the so-called "herd immunity", later modifying their strategy. We are not interested at this time in a detailed analysis of each case, but simply to show the initial confusion and heterogeneity regarding the responses of each government to the pandemic.

 

2. “Warning, administrative sanction, arrest and conviction. This is the sequence that the State security forces and bodies and the courts are following to punish those who repeatedly skip the confinement decreed by the Government” (El País, 03/30/2020 https://elpais.com/espana/2020-03-30/multas-penas-de-prision-y-encarcelamientos-preventivos-por-saltarse-la-cuarentena.html). While in first world European countries fines and prison sentences were applied, in other countries of the semi-colonial world the measures escalated to police repression and assassination, as in the case of the Philippines, where President Rodrigo Duterte ordered the armed forces "shoot to kill” to those who breach the confinement (La Vanguardia 04/02/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200402/48271120390/rodrigo-duterte-filipinas-disparar-matar-restricciones-coronavirus.html).

 

3. This is how Human Right Watch puts it for several countries, including Argentina, where “one of the longest quarantines in the world was decreed, and its results have not been very successful. One of those unfortunate results has been the police violence that has been recorded since the confinement measures were implemented in the country” (HRW, 20/22/2020 https://www.hrw.org/es/news/2020/11/20/la-pandemia-ha-dejado-al-descubierto-la-brutalidad-de-la-policia-argentina). “Since mandatory isolation was installed in Argentina on March 20, 2020, the measures that have been taken to comply with it have made visible an escalation of institutional violence against young people from vulnerable sectors, people in street situations, transgender people, sex workers. […] In the months of confinement, the list of names of adolescents and young people who died due to police violence did not stop. In Argentina this is called “easy trigger”” (IDPC 08/2020 https://idpc.net/es/alerts/2020/08/violencia-institucional-y-gatillo-facil-hacia-jovenes-en-argentina-durante-la-cuarentena-por-la-pandemia-de-covid-19)

 

4. One of the European countries with the greatest restrictions at present is Italy, where “Mario Draghi's Executive continues to tighten the fence. There is almost no room for a life without a vaccine. The measure […] will prevent those over 50 from almost any social and daily activity, including work” (El País, 01/16/2022 https://elpais.com/sociedad/2022-01-16/el-universo-paralelo-de-los-antivacunas-italianos.html)

 

5. This is how the most recent Oxfam report on global inequalities puts it: “Despite the severe economic blow that the pandemic meant for millions of people, specifically for 99% of humanity, the ten richest men on the planet doubled “by far” their fortunes in these two years […] The findings show that since the Covid-19 pandemic began, at the end of 2020, the so-called “billionaires” achieved an increase of 5 billion dollars in their fortunes, the Greater increase than on record.” (France 24 01/17/2022 https://www.france24.com/es/econom%C3%ADa-y-tecnolog%C3%ADa/20220117-oxfam-millonarios-pobreza-pandemia-desigualdad)

 

6. This must have been recognized by more and more scientists and personalities from the medical field, such as Martin Scherer, president of the German Society of General and Family Medicine (DEGAM), who pointed out: “Someone may be in favor of vaccination, but against the instrument of compulsory vaccination. That someone is against compulsory vaccination does not at all mean that they are anti-vaccine. And if someone warns about the implementation of a partial vaccination obligation, they are not arguing in an unscientific way at all” (DW https://www.dw.com/es/vacunaci%C3%B3n-obligatoria-contra-el-covid-19-argumentos-a-favor-y-en-contra/a-60417358?fbclid=IwAR2cHSym6dTDHkhE93IUYrPPtckPqxikv2N3Z9KVIUAOxXaQRlGo5lLkm7s)

 

7. In addition to the obligatory contributions by the 194 member states of the WHO (whose amount represents approximately a quarter of the total income of the organization), the financing of this organization depends fundamentally on voluntary donations from state institutions and, above all, private ones such as the Bill Gates Foundation, to which is added the pressure of financial conglomerates such as Black Rock and Goldman Sachs (majority shareholders of Pfizer, AstraZeneca, Novavax), among others. This had to be recognized by a former US minister when he said: "This creates a problem because then it is the donors who establish the agenda that the WHO must follow, instead of it obeying their professional criteria" (BBC 04/16/2020 https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52304822)

 

8. According to a report published by the UN in the middle of last year, after the first year of the pandemic, the outlook for the world situation was "more poverty, greater inequality and 205 million unemployed in 2022" (UN 06/2021 https://news.un.org/es/story/2021/06/1492772) In the case of Latin America, ECLAC noted that the pandemic had caused an "increase in poverty levels unprecedented in recent decades and has a strong impact on inequality and employment" (ECLAC: https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin-precedentes-ultimas-decadas-impacta)

 

9. The results of an interesting investigation, entitled “Doubts about vaccines have a root: distrust in our governments”, point precisely in this direction: “Reticence is a global phenomenon. Although the reasons vary from country to country, the underlying causes are the same: in a context in which governments around the world have cut social services, there is a deep mistrust of local and international institutions”. (New York Times, 12/13/2021 https://www.nytimes.com/es/2021/12/13/espanol/opinion/antivacunas-covid-argumentos.html)

 

10. As a recent study by the Center For International Affairs in Barcelona points out: “the weakness of governments and institutions in the face of the health emergency has polarized the coronavirus crisis. Now, doubts and misgivings about vaccines are mixed with mistrust in who has to administer them. The politicization of uncertainty has further weakened democratic systems that were already in decline […] the coronavirus broke into a world that, in many ways, was already democratically weakened and in one of the <<deepest autocratization processes in the last four decades>>. The pandemic has intensified setbacks and has reinforced cutbacks in rights and freedoms. The fight against the coronavirus, for example, has taken surveillance technology to another level […] more than half of the countries in the world (61%) had implemented measures to curb COVID-19 that defied democratic standards or they eroded human rights, either because they were disproportionate, illegal, prolonged indefinitely, or because they were unnecessary in a health crisis.” (https://www.cidob.org/es/articulos/cidob_report/n_7/desconfianza_en_la_vacuna_o_desconfianza_en_el_sistema)

 

11. This has been demonstrated by various scientific studies, such as the one published by The Lancet, released in October 2021, which concludes that, in the context of the appearance of new variants, "the effectiveness of vaccines in reducing transmission is minimal” (https://www.thelancet.com/journals/laninf/article/PIIS1473-3099(21)00690-3/fulltext?dgcid=hubspot_email_newsletter_lancetcovid21&_hsmi=179271669&_hsenc=p2ANqtz-_RKzqjVvDZRctP-6AzaxnzuNM_nIb_xzY_iR_yZsxSzwdNbnkE4n6Y-q3CDpt223dR4qpWh57ZhAK1qyhquSlOZlLogw), and that even said efficacy is drastically reduced a few months after the inoculation, not only in terms of the development of symptoms but even hospitalization and death from Covid, especially in individuals with comorbidities and other characteristics. (https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3949410). Given this, the only way out given by pharmaceutical companies and the WHO has been "vaccination boosters" but whose usefulness has been shown to be almost non-existent for people with a healthy immune system or who have already had the infection, becoming unnecessary for most of the population, as pointed out by José Gómez Rial, a medical specialist in Immunology in the Immunogenetics Laboratory of the University Hospital of Santiago de Compostela, and who warns: “If we continue along this path of indiscriminate vaccination, we do enter a world explored to date in which the risk may be greater than the benefit by overstimulating our immunity unnecessarily” (El Salto 01/30/2022 https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/inmunologos-en-contra-vacunacion-indiscriminada-personas-ya-han-atravesado-covid)

 

12. This has been recognized by various scholars who have observed that the “wave of anti-vaccine movements have been revitalized due to the imposition of health passports in countries such as France and Italy, necessary to access most public places… [some protests had] been organized in recent months, but these have increased since on July 12 President Emmanuel Macron announced mandatory vaccination for health personnel and the extension of the so-called "health pass" to enter bars, cafes, restaurants, cinemas, trains or airplanes, among others.” (The Sun of Mexico 08/21/2021 https://www.elsoldemexico.com.mx/mundo/que-es-el-movimiento-antivacunas-y-cuando-surgio-7112817.html)

 

13.  In this regard, an interesting scientific outreach work published by Fernando Delpino offers statistical data on adverse reactions, indicating their presence in more than half of those vaccinated; Likewise, it analyzes VAERS data for the US, where it is shown that more than 20,000 people have died, were about to die or were left with permanent damage to their health after vaccination, so that: “in 6 months of covid vaccines there have been more deaths after vaccination than the sum of deaths from all vaccines in the last 30 years”; Given this, the author concludes: “the benefits of the vaccine can offset the risks for one segment of the population but not for another. If for a young person the risk of dying from covid is 1,000 times lower than for an elderly person, it cannot be generalized […] saying that “the benefits outweigh the risks”. It depends on who for.” (https://www.fpcs.es/wp-content/uploads/2021/09/Supersticion-y-ciencia-en-el-covid-VF.pdf)

 

14.  In this regard, a prominent professor of Political Science in Belgium, Marc Hooghe, raises about the manifestations that are: «A combination of very different social groups, each with its own motivation». As also pointed out by the sociologist Johannes Kiess, from the University of Siegen, in Germany: "What unites them is frustration, not only towards anti-coronavirus policy, but also with democracy, with political institutions" (DW https://www.dw.com/es/covid-19-qui%C3%A9nes-protestan-contra-vacunas-y-restricciones-en-europa/a-60061266)

 

15.  For a complete review of the documents that our international current has prepared for more than 2 years about what we call the "Covid Counterrevolution", see the following link with a compilation of all our texts: https://www.thecommunists.net/worldwide/global/collection-of-articles-on-the-2019-corona-virus/