¡Unifiquemos todas las luchas contra el feminicidio, la violencia y desaparición de mujeres!

Pronunciamiento de la Agrupación de Lucha Socialista (Sección mexicana de la CCRI), 21 noviembre, 2017, https://agrupaciondeluchasocialistablog.wordpress.com

 

 

 

Los casos más recientes de asesinato de las jóvenes Lesvy y Victoria en la CDMX, Mara en Puebla, así como, Diana, Karen y Adriana en el EDOMEX, por mencionar solo algunas, han provocado la indignación de la gente quienes gritan ¡Justicia! ante un gobierno indolente hacia estos feminicidios que se cuentan por miles. Según la ONU, cada día son asesinadas 7 mujeres en promedio en todo el país siendo el EDOMEX el estado más peligroso para las mexicanas, tan solo de 2005-2013 se registraron 1,767 mujeres asesinadas y otras 1,500 desaparecidas (Observatorio Ciudadano de Feminicidio); mientras se estima que, en 2016, hubo 263 feminicidios a pesar de que el ex gobernador Eruviel Ávila había declarado la alerta de género un año antes, con lo cual se demuestra que este tipo de medidas reformistas son insuficientes porque no van acompañadas de acciones efectivas para prevenir y erradicar esta problemática; por el contrario, solo terminan sirviendo para legitimar a los gobernadores en turno (quienes intentan capitalizarlo electoralmente) y para mediatizar, cooptar y contener la lucha de las mujeres por sus derechos.

 

¡El feminicidio es un crimen del Estado capitalista!

 

El feminicidio es el asesinato de mujeres por el hecho mismo de ser mujeres, usualmente acompañado de diversas formas de brutalidad como la violación, mutilación y tortura, que afecta principalmente a trabajadoras y jóvenes pobres (aunque cada vez más está alcanzando a las estudiantes de clases medias), bajo la impunidad y corrupción de un Estado que protege a los asesinos y criminaliza a las mujeres. Por eso, como ALS, retomamos la exigencia que han hecho durante años las madres de desaparecidas en Cd. Juárez para que el feminicidio se tipifique como un delito en todo el país.

 

Explicar las causas de esta terrible pandemia social como “pasionales” o hacerlas pasar como “suicidios”, según las declaraciones cínicas de los funcionarios públicos, resultan un insulto para las familias. Decir que solo se debe a “crímenes de odio de los hombres hacia las mujeres” resulta una visión superficial y reduccionista por parte de las feministas académicas y ultraizquierdistas que colocan la mayor responsabilidad -si no es que la única- en el estado de ánimo de cada hombre y lo convierten en su enemigo a exterminar o al menos a excluir, llegando a separatismos extremos que sólo han abonado a la fragmentación de la lucha de las mujeres y del movimiento social en su conjunto.

 

Si el machismo se ha exacerbado en nuestra época es porque le condiciona un contexto de gran violencia social provocada por la crisis económica, el narcotráfico y la militarización (desplegada por Felipe Calderón y profundizada por EPN) y cuyos primeros resultados son los altos niveles de inseguridad en todo el país, mostrando el fracaso de su estrategia contra el crimen organizado y que más bien se ha convertido en una masacre del pueblo. Según el New York Times, México ha alcanzado más de 100 mil asesinatos y de 30 mil desaparecidos, ¡cifras que se comparan a un país en guerra!

 

Son estas circunstancias las que generan condiciones propicias para los altos niveles de violencia que padecemos actualmente, donde las mujeres somos consideradas un número más en las cifras gubernamentales de asesinados y desaparecidos en el país, con la peculiaridad de que además, somos usadas como botín de guerra, tanto por el crimen organizado como por el Estado (ejemplo de ello, las compañeras que sufrieron violencia sexual en la represión contra el pueblo de Atenco en 2006, entre otros) y la precarización de nuestras condiciones de trabajo y de vida nos vuelve más vulnerables a la violencia.

 

Todo ello, en el marco de un estado de ingobernabilidad y falta de legitimidad de las instituciones. No es para menos, el Estado en vez de garantizar seguridad y justicia para el pueblo, solapa cómplicemente la actividad criminal, incluyendo las redes de trata y de prostitución, sin castigar delito alguno (como el caso de Cuauhtémoc Gutiérrez, ex dirigente del PRI en CDMX, acusado de estos crímenes y reinstalado por su partido), colocando así las condiciones perfectas para que cualquier persona -sea del crimen organizado o un conocido cualquiera de la víctima-, sabiéndose con total impunidad, agreda torture, mutile, viole y asesine a las mujeres para luego arrojarlas a un terreno baldío como si fueran “desechables”. ¡La corrupción y la impunidad de estos gobierno mata a las mujeres! Peor aún, el gobierno y las autoridades a todos niveles terminan criminalizando a la víctima y señalándola como culpable si denuncia o se defiende, como fuera el caso de Yakiri Rubio (encarcelada por defenderse de su agresor).

 

Por todo lo anterior, como Agrupación de Lucha Socialista (ALS) decimos que el feminicidio es un problema estructural que, si bien tiene raíces históricas en la opresión que ha sufrido la mujer en anteriores sociedades clasistas, en la actualidad dentro del Estado capitalista en descomposición adquiere nuevas formas más brutales cuyos responsables concretos en este país son Peña Nieto, los gobernadores, los partidos del régimen y las instituciones corruptas que garantizan impunidad a los criminales, así como los patrones que coartan los derechos de sus trabajadoras y las someten a condiciones insalubres e inseguras de sobre-explotación (como el caso de las textileras de Chimalpopoca, cuya muerte por el sismo también es un crimen del Estado) y los empresarios implicados en las redes criminales (como Kamel Nacif denunciado por la periodista Lidia Cacho).

 

La actual fragmentación de la lucha contra el feminicidio y la violencia

 

Después de las jornadas masivas de lucha contra la violencia hacia la mujer, como el Paro Internacional convocado por grupos feministas, sindicatos y organizaciones sociales en América Latina y Europa en octubre de 2016; las movilizaciones contra la toma de posesión en el gobierno de EEUU por el machista y racista Donald Trump, y la jornada del #24A de este año que juntó a cerca de 5,000 mujeres en México, las luchas en este país contra la violencia hacia las mujeres se fragmentaron entre el oportunismo y las acusaciones de acoso sexual dentro de algunas organizaciones, por un lado, y la política sectaria de otros grupos feministas que imponen métodos de organización y de movilización separatistas con respecto a los hombres, desincentivando a compañeros conscientes que apoyan la lucha de la mujer.

 

Además, a la cabeza de varios procesos se han colocado ciertos sectores feministas que se reivindican del autonomismo y/o anarquismo, con una política sectaria que mantiene en lo local los procesos derivando en los hechos, en un aislamiento de los familiares de las víctimas y obstaculizando que puedan vincularse a escala nacional así como con otros movimientos sociales. Tan solo las tradicionales manifestaciones del 8 de marzo y del 25 de noviembre eran marchas masivas, centrales y nacionales; sin embargo, desde el año pasado se fragmentaron las convocatorias de ambas jornadas ante la falta de voluntad política de marchar unificadamente bajo demandas en común.

 

Además, implementan una política ultraizquierdista al negarse a vincularse con otras fuerzas políticas y sociales a las cuales censuran, pretendiendo impedirles levantar sus banderas y consignas, mientras ellas piden respeto a sus métodos de organización y movilización pero, en los hechos, pretenden imponer sus concepciones al conjunto del movimiento social. O bien llegando al extremo, algunas de ellas, de impedir violentamente la incorporación de compañeros conscientes con la lucha de la mujer a los contingentes, provocando con su política confusión entre la gente de base que quiere apoyar, pero encuentra estos conflictos y termina alejándose.

 

Nosotros como ALS, respetamos el que grupos de compañeras decidan organizarse en sus espacios y movilizarse bajo sus propios métodos, sin embargo, no compartimos las formas separatistas y como socialistas defendemos firmemente el carácter unitario y de clase de la lucha de la mujer con el conjunto del movimiento social, -respetando las banderas de cada organización y corriente política de la izquierda independiente-, solo así es como puede crecer la fuerza social para lograr justicia para las víctimas, indemnización a los familiares, encontrar a las desaparecidas y castigar a los culpables.

 

¡Por un programa revolucionario contra la violencia hacia las mujeres!

 

Como Agrupación de Lucha Socialista nos solidarizamos con los padres de víctimas de feminicidio y los llamamos junto a los familiares de desaparecidos, a las mujeres trabajadoras, estudiantes, campesinas, indígenas, migrantes y de la diversidad sexual para unificar las luchas en ¡un gran movimiento nacional e internacional contra el feminicidio, la violencia y desaparición de mujeres bajo un programa revolucionario!

 

Es necesario que toda la fuerza e indignación demostrada en las movilizaciones, sea organizada de manera permanente para avanzar estratégicamente en el combate a la violencia contra las mujeres; sin embargo, hay que partir del hecho de que bajo el Capitalismo será imposible su erradicación total porque éste se fundamenta en la desigualdad social, la explotación y la violencia a la clase trabajadora y sectores populares, por lo que solo hasta acabemos con la burguesía podremos establecer firmemente mejores condiciones para las mujeres, y demás sectores oprimidos de la sociedad.

 

Para ello, hoy urge comenzar a romper las cadenas que nos oprimen como mujeres y organizarnos con nuestros pueblos para disminuir la violencia en general, y en particular, contra las mujeres. Así como nos enseñan nuestros compañeros indígenas que mediante la formación de policías comunitarias, elegidas en asambleas y supeditadas a ellas, han podido disminuir los índices de violencia en sus comunidades y generar un proceso de reeducación efectiva. ¡Solo con la concientización y organización permanente del pueblo trabajador se puede combatir la violencia social y del Estado, así como establecer nuevas formas de relacionarnos, libres de la violencia promovida por la cultura machista!

 

Convoquemos asambleas de barrio, de escuela o en centros de trabajo y que de ellas emanen brigadas de autodefensa mixtas encabezadas por mujeres para prevenir la violencia en contra de ellas bajo la dirección de organismos comunitarios democráticos que impartan modelos de justicia similares al de las policías comunitarias.

 

Igualmente, junto con otros sectores del movimiento social, es necesario oponernos a la guerra del Estado contra el pueblo ¡exijamos la desmilitarización inmediata en todo el país! Asimismo, la lucha contra la violencia debe ir aparejada junto con la exigencia de ¡mejores condiciones de trabajo y de vida así como oportunidades de acceso a los servicios básicos (educación, salud, seguridad social, etc.) para las mujeres y para el conjunto de los sectores populares y de trabajadores!

 

¡Porque vivas nos queremos, ni una asesinada más!

 

¡Abajo los gobiernos impunes de Eruviel, Galí Fayad y EPN!

 

¡Castigo a los culpables de feminicidio!

 

¡Desmantelamiento de las Redes de Trata!

 

¡Reivindiquemos el derecho a la legítima defensa!

 

¡No al separatismo!, ¡Luchemos a lado de nuestros compañeros conscientes para cambiar las relaciones machistas por relaciones justas y equitativas!

 

¡Por la conformación de un movimiento nacional e internacional contra la violencia hacia las mujeres!

 

¡Por comités de apoyo de las madres de víctimas de feminicidio!